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miércoles, 26 de septiembre de 2012

Cualquier día


Pies fríos y desnudos. La boca seca con regusto a whisky barato. Se la limpia con el dorso de la mano y desentumece los músculos estirándolos antes de levantarse. La cara está áspera, ha habido lágrimas nocturnas por lo que si la lamiera también sabría salada. Apenas puede ver, tal vez si se echa agua mejore, sin embargo no tiene muchas ganas. Hoy es un día como cualquier otro para pegarse un tiro.
lunes, 10 de septiembre de 2012

Vidas


Los días pasan irremediablemente y él sostiene sin quejarse la pesada carga sobre sus hombros que significa vivir. Vive tres vidas distintas:

La divertida: que es donde se puede volver a repetir, el mundo de los videojuegos, de los person lajes arquetípicos y las situaciones emocionalmente estables.

La imprevisible: la del mundo del rol donde sufre, llora y libra tomando sus propias elecciones batallas y momentos de inmensa felicidad.

Y la peor de todas: La real, simplemente por el hecho de serlo. Y sin embargo siempre resulta convertirse en la más gratificante.

Agujero


-¡Oh cariño! -Dijo ella cayendo encima suya y abrazándole con todas sus fuerzas. -Tenía mucho miedo, mucho mucho mucho miedo. -Gimoteó.

Él la estrechó entre sus brazos, algo típico y sin embargo no menos tranquilizador. Excepto para ella.

Él no hacía eso ¿verdad? Él no abrazaba, él no era tan...

-¿Cariño?

Una mueca de terror congeló la cara de la joven quien chilló silenciosamente mientras subía los ojos para ver a su amante en el crepúsculo de aquel día.


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Yuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu

Sólo un día más



Intenté no seguir pensando en elloy sin embargo lo seguía haciendo. Era como si el mundo se hubiese posicionado en mi contra. Como si el cielo y el infierno esperasen ansiosos a ver qué opción escogía. ¿Qué eleeción debía de tomar si ambas eran igual de malignas? ¿Qúé debía hacer cuando ni yo misma sabía cómo había conseguido llegar a aquella situación?
Me sequé las lágrimas, que sólo era capaz de notar yo por culpa de la lluvia, e hinché de aire los pulmones. Sabía que tenía que enfrentarme. Pero quizá... ¡Oh Dios! Mientras caminaba mi pensamiento era único.

Sólo un día más.

Modorra

 



Déjame soñar, sólo cinco minutos más. Las sábanas aún están calientes y todavía recuerdo levemente lo que me estaba ocurriendo en el reino que hay al otro lado del cerrar de los párpados.

La hora

No era un hombre bueno, todos lo sabían y él no lo negaba. No se llegaba hasta donde él estaba realizando buenas acciones, no se vivía la vida que él había vivido con amabilidad ni con favores sin vuelta. Esperaba una muerte claro, como todos, pero no creía en seres del más allá. Por eso se asustó tanto al contemplar la figura delgada y oscura del ser que se presentó ante él. Las palabras quisieron salir de su boca  y no lo lograron. No sólo le resultaba terrorífico su compañero de viaje sino que además no parecía estar contento con él. Trago saliva y no pudo.


domingo, 9 de septiembre de 2012

Sin vuelta



Sus ojos miraban con vacío extremo el lánguido cuerpo que se extendía a sus pies. Su cabeza barajaba miles de posibles acciones que realizar a continuación: tal vez debería de estrecharlo entre sus brazos, agacharse y llorar amargamente por los tiempos que no volverían, quizá simplemente bastase con cerrarle los párpados y desaparecer con aire poético entre la lluvia inexistente que debía de estar ahí. Sin embargo no hizo más que dejarse caer de rodillas, no sintiendo el dolor cuando éstas cayeron a plomo sobre el suelo. Echó hacia atrás el cuerpo, y fue entonces cuando comprendió realmente la situación.

Viajando a nunca más

El último abrazo fue entregado entre lágrimas silenciosas y con sueños que tarde o temprano se acabarían olvidando. Las voces se oían a lo lejos, mientras las promesas de un futuro imposible se entrecruzaban luchando por ser la que se escuchara más alto.
Mentiras.
Ambos en su corazón conocían perfectamente la verdad, y esa era que por mucho que quisieran nunca volverían a encontrarse.



martes, 4 de septiembre de 2012

Terror al anochecer




El gran ventanal que ocupaba parte del salón no iluminaba el recoveco donde se encontraba aprisionando a la mujer quien lloraba y chillaba desconsoladamente. Álex sacudió la cabeza y le tapó la boca. Entonces vio la sangre.

Fracaso




No estoy triste, sólo añoro pensar que el gato de schrödinger durante un breve instante estuvo vivo, aunque sólo fuese en mi mente.

Brisa medieval






Hubo una vez un mercader que trabajaba de sol a sol. Lo único que le alegraba los días era su hija, una hermosa doncella que ya había florecido y que a pesar de no ser la joven más bella de todo el reino, destacaba no sólo por su frescura y su sonrisa, si no también por su inocencia real, a diferencia de otras mujeres que simplemente la fingían para parecer más bellas.

Chispas de amistad





Tu alegría, tu inocencia y tu forma de sonreír, consiguen transformar las palabras más tristes en un real cuento de hadas que acabo de empezar a leer.

Reflejando la verdad

¿A qué llamas "basura"? A la originalidad la llaman basura. A ser diferente, a mostrar lo extraño, lo que se oculta en nuestro interior. No es basura... Es imaginación.
lunes, 3 de septiembre de 2012

Encuentros a medianoche

Dicen que la decepción se resuelve con orgullo y saber estar. Siento si yo lo sopeso con tristeza y mucho llorar.

Compañera de estudios







Pequeña, sonriente y lejana, desapareció envuelta en una halo de misterio y ensueño. Tal vez lo mejor era no decirle nada y recordar para siempre su imagen yéndose, convirtiendo la escena en algo mágico.

Mp4

 





Una vez más el mp4 empezó a dar sus últimos compases antes de quedarse mudo. El universo con música era más hermoso. Curiosamente incluso las cosas más nimias como tirar la basura parecían epopeyas con la música adecuada.

Descubriendo el aroma de la añoranza





Las persianas resuenan con el aire, los pies se vuelven fríos al posarlos sobre las baldosas, Y los labios secos, muy secos, buscan las gotas de lluvian que caen con parsimonia, al otro lado de la ventana.

Sueño de una noche de (casi) verano






Y las lágrimas se convirtieron en dolor, y se secaron, y el mundo se convirtió durante unos instantes en un lugar grande, enorme, inmenso. Donde sólo tenía cabida yo mismo, de la única manera que el mundo me había enseñado: Dolorido, somnoliento y cansado. Igual que el día de mi nacimiento.

Imagen
sábado, 1 de septiembre de 2012

Efímera existencia


Efímero sueño, efímeras sensaciones. El escalofrío de la espalda no dura ni un instante. El cosquilleo del dedo gordo del pie se pasa con un simple movimiento. En cambio, la sensación de no ser nada en el mundo más allá de una gota que cae de un vaso de agua, es eterna. Contrae la respiración y cae como un golpe. Sueño con soñar que no existo. No soy más que un recuerdo.

Mentiras piadosas


Nuestros tabús sociales nos indican que deberíamos de cambiar un montón de aspectos de nuestra vida que para otras culturas son completamente normales e incluso no se plantean.

El traqueteo del tren se vio interrumpido por un brusco parón. Los altavoces anunciaron lo que muchos se preguntaban, al parecer un problema retrasaría el viaje. Lucía resopla y se echa bruscamente atrás sobre su asiento. Un retraso en el tren significa entre otras cosas que el helado que lleva en la bolsa se estropeará, ya veía los goterones  de vainilla y chocolate en la caja. Esperaría aún un poco, con suerte el problema se solucionaría antes de tiempo.

El mendigo que segundos antes lloraba sobre la mala suerte que tenía en la vida y medio cantaba sus problemas, se sienta en uno de los asientos libres y espera como todos que se solucione pronto.

Un niño llora, a su lado un hombre pone mala cara pero el niño al rato se queda quieto y ante las caricias de su madre guarda silencio, a nadie le gusta estar encerrado un tiempo indeterminado en el tren.

Álex mira a Lucía, una, dos y hasta tres veces fija su vista en ella antes de alejarla.

-¿Estás pensando en el helado eh?

Ella tuerce el gesto y gira la cabeza ¡pues claro que estaba pensando en él! También pensaba en la casa vacía, y en las pocas oportunidades que tenían de tenerla así. Sus padres y hermanos se habían ido de fin de semana y ellos se encontraban encerrados en un tren sin vuelta atrás. Podían tener coche pero no… Iban y venían en el tren, el único transporte que se podían permitir con lo que tenían. Generación perdida. Así es como se consideraba ella, y él aunque no lo dijera.

-Anda no le des más vueltas. –Sonríe poniendo su mano sobre la de la chica. Ella tiene un pequeño escalofrío pero no la quita y hace amago de sonreír.

Se recoge la mata de pelo morena con una goma azul y le indica a él si quiere hacer lo mismo, quien niega con la cabeza, le gusta llevar su pelo al viento.

El niño vuelve a llorar, esta vez con más insistencia y en un tono más irritante. Una chica vestida a la moda a su lado, que lleva un rato tecleando sin parar su móvil táctil de ultimísima generación pega un berrido a la madre indicándole que le haga parar de una vez a lo que el niño responde con más llantos y la madre con una discusión que crea sino más calor en el vagón.

Lucía se sacude la camisa que empieza a chorrear sudor y saca uno de los helados de la caja ofreciéndoselo al niño, la madre agradece con un movimiento de cabeza y el pequeño con la cara cubierta de chocolate y una amplia sonrisa llena de dientes dice algo parecido a “Gachas”.

El cuasi silencio vuelve a hacer su presencia en el lugar. Álex coge la caja de helados y cuando va a sacar uno para él, empieza a masticar lo que le reconcome desde hace demasiados días. ¿Debería de decirle a Lucía lo que pasa? ¿Es el momento idóneo? ¿Cómo se lo tomará ella? Todas esas y más cuestiones se le aparecen en la cabeza. Ella siempre ha sido demasiado sentimental, algo que le gustó cuando se conocieron, pero que ahora con casi cinco años a sus espaldas le resultaba agotador.

Respira hondo, coge aire e hincha sus pulmones hasta encontrarse lo suficientemente relajado como para explicar lo que quiere. Mientras desenvuelve el papel de su helado y lo echa en una de las papeleras que hay al lado de los asientos lo suelta

-El otro día fui al médico, me han dado las pruebas, al parecer tengo cáncer.

Cáncer.

La palabra fue una especie de mazazo para Lucía, quien temblando siguió comiendo el helado al que llevaba un rato quitando el papel para poder comerse.

-Cáncer.

Repite la palabra en voz alta para hacerse con el sonido de la misma y poder asimilarla. Sabe que no es una broma, pero el silencio en el tren hacía parecer que sí.

-Cáncer.

Álex le coge por el mentón y le mira atentamente a los ojos. Sus preciosos ojos castaños están perdidos en la desesperación y allí se juntan las lágrimas apelotonadas clamando por salir. Él lo ve, pero ella lo siente, siente el escozor, siente el dolor y la pena de quien no cree lo que está sucediendo.

-¿Cómo que cáncer? No puede ser, no… Claro que no… No puede ser. ¿Cuándo ha sido? ¿Desde cuándo lo sabes? ¿Qué se puede hacer?

El helado cae, destino esperado por el mismo, que desparramado empieza a manchar más de lo que incluso está el suelo. Álex lo recoge y lo tira junto con el envoltorio a la papelera del tren. Muchos de los presentes comienzan a lanzar pequeñas miradas hacia la pareja, quien llama la atención de los mismos en el silencioso vagón que va hacia ninguna parte.

-Me lo dijo el médico ayer, -miente,  lo sabe desde hace tres días pero es tan fácil decírselo a ella. Recordaba la vez que suspendió el examen de conducir. Estuvo tres semanas llorando sin parar y apenas pudo preparar el siguiente sin pensar en el fracaso anterior. Una chica llena de sentimientos o demasiado llorona como solían decir sus colegas cuando llevaban unas cuantas copas de más encima.

-¿Y? –Pregunta ella arqueando las cejas en modo de súplica, lo que de verdad hubiese querido decirle eras “¿Cuándo tenías pensado decírmelo?”, pero no era momento de quejarse, ni de discutir. Quería saber cómo estaba él, quería saber si aquello tenía cura… claro que la tenía, era cáncer, el cáncer de ahora no era como el de hace unos años, en diez años la gente diría “Papá tengo cáncer” y su padre se reiría diciendo que no pusiera excusas para faltar a clase mientras se reía. Sí, el cáncer ahora se curaba.

-Pues… -Álex medita, no es que quisiera posponer la pregunta, pero le cuesta bastante explicar lo que ocurría, lame un poco su helado y siente el frescor de la crema en sus papilas gustativas en contraste del odioso calor que inunda la estancia. –Es un tumor maligno en la cabeza. Es maligno, eso quiere decir malo, y  en la cabeza,  que quiere decir peor.

Haciéndose daño pero sin apenas notarlo Lucía retuerce el plástico de sus bolsas con las manos.

-Eres joven, -dice animándose ella misma. –Puede curarse.

-Sí- Álex volvió a mentir.
 
No sería la última vez.

Perdón


Quería perdir perdón. Quería hacerlo. Cogí el teléfono, me coloqué delante del ordenador, e inclusó comencé a vestirme. No podía, mi pecado era tan horrible como yo quisiese que fuera y para mi desgracia me sentía el peor de los pecadores.

Descubriendo el ancho mar

Varios fueron los días dichosos de perderse entre versos y líneas de una obra magnífica. Quiso llorar pensando en todo lo que se había perdido en su larga vida. Pero no lo hizo, tal vez porque quizá las historias le habían convertido en el mejor de los viajeros, en el más feliz.