sábado, 9 de junio de 2012
Doctores, vampiros y humanos
Lázaro había ido al
hospital, noches antes el trato con la monja del lugar había acabado con
consecuencias iatrogénicas para él. Puede que su alumno intentase conseguir lo
mejor para los estudios de Lázaro, pero su impaciencia había logrado el enfado
de la monja. Por lo que tendría que volver a recuperar el trato con aquel
lugar.
Cuando hizo sus primeros
trabajos para la ciudad nunca le faltaban cadáveres. . . También era cierto que
sus mayores eran más gentiles y amables con los mortales que él. Mas ¿qué podía
hacer? Los humanos no eran más que ganado, apenas unos elegidos se interesaban
más por el mundo de su alrededor que sí mismos y los deseos carnales.
Al llegar al hospital,
esperó a que le abrieran la puerta y encontró delante de la misma a un joven
siendo apaleado, por otros tres chicos que parecían tener su edad.
Los tres se ensañaban con
golpes, patadas y mordiscos mientras el pobre infeliz se cubría en el suelo.
Con aire divertido Lázaro se acercó a la escena y se detuvo acomodándose en un
lugar cercano para mirarles.
Los golpes se sucedían
una y otra vez, puso el oído y escuchó lo que le gritaban, al parecer el
muchacho con el que se entretenían era un estudiante del hospital. Interesante.
Con aire ausente se
acercó para acabar con el problema. El olor de la sangre le resultaba
embriagador y divertido. Con una única mirada asustó a los atacantes. Pobres diablos,
trozos de carne, llenos de sentimientos... Mucho había pasado desde que él
olvidó lo que significaba aquel término: Miedo.
Con dulzura sujetó el
mentón del joven. Su rostro estaba plagado de cortes y magulladuras, la sangre
bajaba por su cara. Lázaro se mordió el labio inferior.
-Es importante cuidar de
los demás.
Es importante mantener a
las vacas sanas.
-Tú y yo tenemos que
hablar. -Susurró.
El joven sintió un
escalofrío recorrer su espalda. Habría jurado que no existía aliento en
aquellas palabras.
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