domingo, 10 de junio de 2012
Alma
Hablar
de ese día es rememorar uno de los mejores momentos de mi ya olvidada juventud.
Varias
mujeres fueron las que me crucé aquella noche de borrachera: estaba la rubia de
largas piernas que me susurró al oído palabras que aún hoy me hacen sonrojarme
como si sólo fuera un simple crío de párvulos, también estaba la morena de
gafas con ese puntito intelectual que no paraba de escribir en su libreta todo
lo que veía como si ante la falta de cámara quisiera guardar todos aquellos
momentos en papel, la castaña de grandes pechos con un tatuaje en el cuello
cerca del lóbulo de la oreja izquierda ¿María se llamaba? ¿Quizás Marta? Tenía
un nombre que empezaba por M, o tal vez no, es lo que tiene la memoria, a veces
nos hace malas pasadas inventándose recuerdos.
Aquella
noche, entre palabras de amor que morían al contacto con el aire, besos que no
significaban nada y caricias que prometían más de lo que en realidad daban, la
encontré a ella. Su nombre era Alma. Morena de grandes ojos azules y tez
blanca, lo primero que me enamoró de ella fue su sonrisa, la misma que me
sirvió a la salida del último local al que fui en aquel amanecer lejano.
-¿Solo?-
Sonrió.
No
sabía si me estaba ofreciendo una proposición o quería pedirme un cigarrillo,
es lo que tiene la inseguridad de ser joven.
-¿Me
llevas? –Continuó juguetona.
No pude
resistirme a aquella sonrisa, no era la chica más despampanante que había visto
aquella noche, sin embargo era la única que me provocaba pequeñas punzadas por
todo el cuerpo, como descargas diminutas que apenas me dejaban hablar y me
impedían mirarle directamente a los ojos.
No sé
cómo terminamos en mi casa, no comprendo cómo acabó entre mis sábanas ni cómo
nuestros cuerpos desnudos se abrazaron en silencio. Tampoco sé por qué
empezamos a hablar sobre el azar.
-Piensa
que es como una partida de cartas.
-¿Cómo
una partida de cartas?- Pregunté.
-Sí,
cuando juegas a las cartas no sabes que va a salir, no tienes ni idea, pero aún
así sigues jugando ¿sabes? Como si no existiera el azar, que siempre tienes la
suerte de tu lado. Por eso la gente apuesta.
-Yo no
apuesto nunca
-¡Ahí
te equivocas!- Exclamó poniéndose sobre mí y dejando al descubierto sus
sublimes encantos. –Tú también has apostado esta noche, no me conocías de nada,
pero a pesar de ello aquí estoy ¡Apostaste por mí! Sin saberlo tiraste los
dados y fuiste a la aventura esperando que lo que te saliera fuera algo bueno
¡la suerte estaba de tu lado!
-Es
decir que según tú, todo gira alrededor del azar.
Suspiró
volviéndose a colocar a mi lado -No lo digo yo, lo dicen los hechos.
Se hizo
el silencio, ambos estábamos callados y mirábamos el techo como si pudiéramos
ver más allá del mismo.
-¿Sabes? El momento más doloroso es cuando
después de acostarte con alguien ambos miramos al techo, como esperando
contestar preguntas que no se han llegado a plantear nunca.
-Yo es
que prefiero mirar a la otra persona. –Dije girándome hacia ella.
Ella me
dio un pequeño beso en los labios.
-Deberíamos
de tener un buen desayuno con nosotros. –Rió.
-Pues
creo que vas a tener tú que ir a comprarlo yo estoy demasiado cansado.
-Haremos
una cosa.-Suspiró moviendo sus curvas hacía la cartera que había en la mesilla
al lado de la funda de uno de los condones y sacó una moneda.-Dejemos que el
azar elija.
-La
suerte está de mi lado.-Sonreí cogiendo la moneda.
La
lancé al aire, y cuando cayó sobre el dorso de mi mano la tapé con la palma de
la otra.
-Elige,
las damas primero.
-Si
sale cara voy yo, si es cruz ya puedes levantar tu culo desnudo de la cama.
-Culo
desnudo pero sexy.
-¡No
seas tonto y enseña la moneda!
Salió
cara.
Vi como
sin perder la sonrisa pero un poco resignada se vestía, recogía la cartera y tras darme un amoroso beso en la
frente se dirigía hacia la puerta.
-Hasta
luego chico con suerte.
Me
asomé por la ventana para verla salir. Cuando iba a terminar de cruzar la calle
me vio, se dio la vuelta y me sonrió.
Justo
entonces fue cuando sucedió.
Tal vez
fuese cierto eso de que todos jugábamos.
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