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sábado, 9 de junio de 2012

Alicia




El suelo estaba pegajoso, cada paso era corto y complicado, pero también era un paso más cerca del asiento.

Se sentó con dificultad. La americana, muchas horas atrás le quedaba como un guante, ahora estaba sucia y olía como si alguien hubiera vomitado en ella. ¿Claudia? Sí, la preciosa muchacha de rizos castaños había bebido de más perdiendo todo su glamour de una sola vez estampándolo en su chaqueta. ¿O tal vez se llamaba Sofía? No, estaba seguro que Sofía era la morena de ojos azules que le había hecho la marca del cuello con sus labios. Puede que fuese Victoria, pero ésta se había ido indignada después de que él le dejara bien claro que él estaba allí para jugar un rato y no para encontrar a la madre de sus hijos.

María, Inés, Lucía… Varios nombres rondaban por su cabeza.

De lo que sí estaba cien por cien seguro es que ninguna de ellas era Alicia, ni nunca lo sería.

Alicia, el solo hecho de pronunciar su nombre la evocaba a ella, rubia, de grandes ojos azules, sonrisa perfecta y cara de ángel. Perfecta hasta el mínimo detalle.

Alex no pudo seguir recordándola sin evitar que los ojos empezaran a llorarle, quizás había bebido demasiado, o demasiado poco, pero lo cierto es que quería haberse llevado a casa la borrachera de su vida y lo único que se llevaba era ropa sucia y un dolor de cabeza insoportable.

Y Alicia seguía allí, abarcando sus pensamientos, introduciéndose en sus sueños y matándole por dentro.

La megafonía del tren indicó la siguiente parada. Tras el frenazo y la apertura de puertas del vagón, una chica entró en él, no parecía la típica chica que saldría un miércoles de fiesta hasta la madrugada, si no más bien una estudiante de instituto perdida tras salir de la biblioteca. A Alex le recordaba a una compañera que había tenido en bachillerato con la que sólo habló una vez para pedirle dos euros que ya le devolvería cuando pudiese. Nunca lo hizo.

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